¿Qué vemos aquí? ¿Una cara sonriente? No es solo porque estemos acostumbrados a los emoticonos y a la representación abstracta de emociones… Vamos a hacer un esfuerzo, repite mentalmente: “estoy viendo dos puntos y una raya”. Trata de abstraer la forma. Es difícil. Parece que nuestro cerebro está programado para interpretar estos signos como una expresión humana, y por mucho que nos esforcemos no podemos decodificar esta imagen como otra cosa que no sea la representación de una cara. Una cara simpática además. ¿De qué va esto? ¿Es un ejemplo de egocentrismo o es un truco psicológico? Ambas cosas.
La clave es el número dos. Si hubiera un solo punto o tres puntos, podríamos racionalizar mejor la forma abstracta. Pero hay dos, como nuestros ojos, o los ojos de nuestro perro, de un pájaro o de cualquier animal.
El hecho de que busquemos la mirada en los seres que nos rodean es un mecanismo de supervivencia y de interacción social. Mirando el rostro de aquel que nos cruzamos podemos saber si es amigo o enemigo. Es algo básico y primitivo, algo enraizado en el cerebro desde hace millones de años. Nuestra experiencia además, nos confirma que casi todas las criaturas tienen dos ojos, y cuando nos encontramos con una especie nueva, o una persona desconocida, nuestra curiosidad se centra en su rostro para reconocerlo. De ahí que cuando nos encontremos con un par de objetos similares y próximos entre sí, se nos encienda un chip que nos diga “esto pueden ser los ojos de alguien o de algo”. No podemos evitarlo, sencillamente.
Un comentario en “Dos puntos y una línea”