El Fan Art son las obras que crean los admiradores basándose en el objeto de su admiración. Tanto la obra de origen como la de destino puede tener cualquier apariencia: visual, escultórica, literaria, cinematográfica, musical, personal…
El fan art se hace por puro AMOR. Cuando vemos una película, o nuestro cantante favorito saca un disco o leemos un libro que nos cautiva hasta el tuétano y eleva nuestro espíritu, entonces surge una obsesión inefable, un sentimiento stendhaliano que necesitamos domesticar. Y el modo de hacerlo es materializarlo de algún modo.

Las personas con mayor decisión artística harán dibujos o compondrán una canción o tejerán un amigurumi. En cambio, las personas que duden de su habilidad artística comprarán una camiseta, cogerán una foto de internet para tenerla de fondo de escritorio, colgarán un póster o comprarán una figura. El merchandising es el sucedáneo que calma las ansias de expresar admiración cuando la propia capacidad parece insuficiente.

El fan art es propio e intransferible, o al menos así nace. Un fan que borda el retrato de su artista favorito en su cazadora no la venderá jamás. Aunque también hay artistas que venden fan art, sobre todo láminas impresas de dibujos o pequeñas figuras o complementos que pueden manufacturarse fácilmente. ¿Es eso legal? Bueno, hasta cierto punto. Normalmente no pasará nada a no ser que se generen grandes beneficios o notoriedad, entonces es probable que algún abogado llame a la puerta.

¿Por qué el fan art es tan maravilloso?
Porque es una interpretación, porque nadie percibe una historia de la misma manera. Porque en una película de aventuras, muchos se identifican con el héroe, pero otros con el villano, otros admiran la nobleza del personaje y otros se fijan en el momento romántico, unos contemplan la epopeya en su conjunto como metáfora vital y otros se aferran al momento del clímax por la catarsis que significa. Y cuando todas esas interpretaciones se comparten, la obra multiplica su riqueza.
Voy a poner dos ejemplos:
«El Despertar de la Fuerza». Pensad en esta megaproducción que encima viene con toneladas (literalmente) de merchandising made in China.

¿A los fans les basta con esos muñecos de plástico seriados, los álbumes de cromos, las camisetas, los juguetes, para calmar su obsesión? No, en absoluto. Hay gente que se ha fabricado su propio BB-8, hay cosplayers, hay cómics, hay versiones de la banda sonora, hay miles y miles de ilustraciones.
Y aun más allá, está el fenómeno “Reylo” que sugiere, en una vuelta de tuerca neo-romántica, que entre Rey y Kylo Ren debería existir una relación marcada por la tragedia, al estilo de Drácula o El Fantasma de la Ópera, y esta idea se plasma en relatos, dibujos o montajes fotográficos por todo internet.

Otro ejemplo por lo inesperado y gratificante es el de El Ministerio del Tiempo.
Esta serie ha llenado un hueco que existía en la ficción televisiva española: aventura y ciencia ficción de buena factura y con un contexto histórico de gran valor didáctico. Esto ha entusiasmado tanto a la gente interesada en la historia como a los fans de las series de ficción.

Aquí no hay presupuesto para merchandising, así que no hay otra manera. Se han hecho dibujos, montajes y sobre todo, relatos literarios que se pueden ver en numerosos blogs.

¿A que parece increíble? Cientos, miles de personas que dedican su tiempo a paladear los mitos y rendirles tributo de modo artístico. Personas que se expresan con sensibilidad e inteligencia y que enarbolan la fantasía como algo importante en la vida, como una de las cosas que nos hace humanos.

Qué fabuloso sería si más gente perdiera el miedo a expresarse así, y todos colaboráramos en una red de interpretaciones de nuestros mitos favoritos, como si cosiéramos una gigantesca colcha de patchwork para arropar nuestra imaginación.
Y qué bueno sería que por lo mismo, se dejara de fabricar tanto chisme de plástico que se amontona en almacenes y tiendas esperando ser basura.

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