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Iconicidad y empatía

El nivel icónico de un personaje puede ser inversamente proporcional a la empatía que nos produce, y esto puede ser un problema a la hora de crear personajes.

Es decir, de dos imágenes que representen a la misma «persona», la menos icónica, la que menos se parezca al aspecto real del sujeto, puede llegar a ser más estimulante. Del mismo modo que una caricatura sólo nos llama la atención si sabemos a quien representa, un personaje cualquiera nos puede conmover más si menos se parece a alguien concreto. ¿Cómo es esto posible?

Dos autorretratos con diferente grado icónico: Juan Francisco Casas y Juanjo Sáez.

Veamos estos dos autorretratos. El de Juan Francisco Casas es muy icónico, es decir, se parece mucho a aquello que representa (en este caso, él mismo). En cambio, el de Juanjo Sáez es tan poco icónico que podría representar a cualquiera. Esto implica que a Juan Francisco nos resulta fácil verlo como alguien ajeno; en cambio, el retrato de Juanjo es tan esquemático (¡ni siquiera tiene rostro!) que podemos «llenarlo» con nuestros propios sentimientos. Así, además de los mecanismos psicológicos que ya conocíamos, aquí también encontramos la proyección de nuestra experiencia, ya sea real o imaginada.

Para imaginar necesitamos «huecos» que rellenar. El hiperrealismo nos lo da todo hecho: puede emocionarnos la verosimilitud, el virtuosismo, pero serán emociones conscientes y cerebrales, en las que nuestra cultura tenga un peso importante.

Ejemplo: ¿Por qué me emociona el David de Miguel Ángel? ¿Por la representación de su anatomía, por su tamaño, porque está hecho en mármol, porque conozco la historia del bloque de marmol y sé lo que cuesta tallar el mármol y me maravilla el genio del escultor? ¿O porque representa un momento en la leyenda de David y Goliat, el momento de la meditación antes de lanzar la piedra, de la fuerza contenida, del suspense y la tensión? Las primeras razones son racionales, las segundas son más viscerales y emocionales.

Para que un personaje nos llegue lo importante son las razones viscerales y emocionales, el storytelling. Su nivel de iconicidad o realismo debe ser cuidadosamente estudiado para lograr el nivel de identificación que queremos del espectador.

El cartoon tiene esta fabulosa cualidad. Y es una pena que normalmente se relegue su uso al público infantil. A medida que la edad del público aumenta, se le indica que debe desprenderse de los personajes cartunescos y enfrentarse a personajes más «reales», como indicando que la función empática del cartoon ya ha cumplido su cometido, como si al llegar a una edad no hubiese necesidad de seguir aprendiendo. El uso del cartoon en el público adulto tiene dos principales roles: el de la sátira y el de la señalética. Y se deja de lado el puramente emocional e imaginativo.

Y creo que el resultado es el mismo que dejar de leer cuentos o fábulas.

Peanuts, de Charles M. Schulz.

Ilustración y publicidad: Europa frente a Estados Unidos

Cada vez que veo el trabajo de ilustradores norteamericanos y europeos, me llama muchísimo la atención la diferencia de estilos entre ellos. Con el paso del tiempo, la globalización, internet y el agotamiento visual debido al consumo rápido de imágenes, los estilos se van fusionando, pero hay un substrato muy evidente que podríamos definir como figurativo vs. conceptual.

Sin duda, la historia del siglo XX marcó el modo de entender la ilustración a uno y otro lado del Atlántico. A grosso modo podemos decir que el entorno de desarrollo de la ilustración fue la publicidad y un factor muy importante fue el bagaje artístico de ambos continentes. Pero lo que más aumentó la diferencia fue el daño y las repercusiones políticas que tuvieron la dos guerras mundiales.

El elemento crucial: el periódico

El periódico, tal y como hoy lo entendemos, nació en Gran Bretaña en el siglo XVII. Los avances tecnológicos debidos a la revolución industrial propiciaron que a lo largo de los siglos XVIII y XIX este tipo de boletines se imprimieran más rápido, con más páginas, en mayor cantidad y con mayor calidad.

La ilustración siempre formó parte de estos boletines desde el origen de la imprenta, eran sobre todo muy populares entre el pueblo llano los panfletos que narraban noticias de sucesos truculentos acompañados de no menos impactantes ilustraciones. Esta popularidad era debida también al analfabetismo (los dibujos contaban las historias) y a la nula accesibilidad de estas gentes a otros estilos artísticos más caros y «elevados» (pintura, libros).

Me gusta constatar el hecho de que fue la técnica la que impulsó el estilo de los dibujos y no de otro modo. Veamos: en los periódicos del XIX no existía la fotografía: retratos y escenas de actualidad se representaban mediante dibujos grabados (que por fuerza eran de linea clara y con sombreados a base de tramas, trabajo de buril), y el desarrollo de la caricatura fue natural, si bien luego se usó conscientemente con fines críticos y satíricos.

Los retratos en los periódicos solían ser grabados basados en cuadros.

Lógicamente, cuando el periódico inglés cruza el charco y se asienta en Norteamérica, exporta también este tratamiento caricaturesco del retrato.

Este tipo de portada es impensable en Europa, a no ser que se trate de una publicación explicitamente satírica.© Daniel Adel

Paralelamente está la publicidad. Enseñas, carteles y envolturas se habían mostrado más efectivas cuando se acompañaban de un protagonista satisfecho del producto (la bella dama fumando, el niño regordete gracias a la leche en polvo, el caballero y su copa de licor…), y por supuesto los periódicos y revistas se llenan de anuncios para autofinanciarse.

Comienza el distanciamiento

El Pop no se lo inventó Andy Warhol, Estados Unidos siempre ha sido «pop». El grueso de la población inmigrante que llegaba al nuevo mundo sólo pretendía trabajar, prosperar y disfrutar de la vida y de los bienes duramente ganados. Los antiguos estilos artísticos, la aristocracia, la tradición burguesa y el elitismo cultural se quedaban atrás, en Europa.

Todos los -ismos que surgieron a principios del siglo XX en el viejo continente y que conseguían influir en el diseño gráfico editorial, no cuajaban del mismo modo al otro lado del charco, donde los intereses eran más «prácticos» y el desarrollo nacional se reflejaba en la proliferación de fábricas, los automóviles, el cine y todo lo que sonara a nuevo.

Mientras, en Europa las corrientes artísticas tendían a la expresión y la abstracción como revulsivo al agotamiento del arte anterior, la cultura estadounidense se inventaba ella sola a base de fusionar los diferentes pueblos y razas que la configuraban (es muy evidente en el caso de la música).

La brecha

Así el estilo figurativo y comercial de la ilustraciones de anuncios y periódicos se asentó en Norteamérica como parte fundamental de su cultura visual. La exhibición de los bienes materiales y de la prosperidad exigía detalles realistas destacados, y esto lo conseguía la ilustración mucho mejor que la fotografía.

Un anuncio de automóvil y otro de trajes de baño, versión USA
Los mismos productos versión francesa. Colores más planos y uso de la geometría.

Por otra parte, los periódicos norteamericanos fueron los primeros en popularizar la tira cómica, que luego se independizó en el cómic y se convirtió en el producto estrella del consumo cultural juvenil (cuando el cine era caro y todavía no había televisión)

Mientras, Europa era castigada primero por los totalitarismos y luego por las guerras. En el arte, estilos expresionistas, geométricos y abstractos se malograban por intereses políticos. La ilustración fue pervertida por la propaganda (bueno, esto sucedió en todas partes), los mensajes visuales no trataban de ser descriptivos, sino impactantes. Luego, la dureza de la posguerra impedía una ilustración figurativa exhuberante: la publicidad recurrió al diseño gráfico y volvió la geometría.

Y ahí estaba la brecha. Mientras Europa veía el estilo figurativo de Estados Unidos como frívolo y exhibicionista, los norteamericanos percibían las gráficas europeas como decadentes y contaminadas por el comunismo. Y así evolucionaron ambas tendencias hasta el final de la guerra fría.

Estas dos tendencias, si bien no fueron exclusivas, sí se han percibido como dominantes a lo largo de todos estos años. Y se han extendido a otros terrenos, como la ilustración editorial y la animación. En este episodio de los Simpsons hay un divertido (aunque exagerado) ejemplo de esta percepción:

El secreto de la esclerótica

Cuando se diseña un personaje y llega el momento de dar expresividad a su mirada, nos centramos sobre todo en el color del iris, en el tamaño de la pupila y en complementos como brillos, pestañas y cejas, y obviamos una parte muy importante: la esclerótica.

La esclerótica añade humanidad y expresividad.

La esclerótica, el área blanca del ojo, participa no sólo en la expresividad de la mirada, sino en el propio carácter del personaje. El ser humano es la especie con la zona más amplia de esclerótica visible, unido al hecho de que el globo ocular humano “sobresale”, lo que evidencia aun más su forma esférica y aumenta el ángulo de visión que el ojo puede obtener mediante movimientos musculares propios, sin necesidad de mover la cabeza . Esto es muy útil en nuestro carácter de “depredador”, ya que podemos fijar la mirada en diversos puntos sin que el resto de nuestro cuerpo nos delate.

Es más fácil saber hacia dónde mira el personaje en el caso de la derecha.

Hablo del término «depredador» en términos biológicos: los animales que tienden a ser presas de otros tienen los ojos separados y a ambos lados de la cabeza para observar mejor de dónde puede venir un peligro, mientras que los depredadores suelen tener los ojos en la zona frontal del rostro para “apuntar mejor” en su ataque. Curiosamente, la evolución ha dotado a los pájaros de ambas localizaciones oculares según su rol, véanse los gorriones y los búhos.

… y no tienen esclerótica visible.

Sin embargo, esto no explica porque el “blanco” del ojo humano es blanco, cuál es la necesidad biológica de semejante tamaño y su contraste con el iris. Antropológicamente, esto ha sido interpretado como un aspecto evolutivo paralelo al desarrollo del lenguaje y la capacidad comunicativa humana, pero no de una comunicación deliberada sino de la manifestación inconsciente de nuestros sentimientos, intenciones e incluso estado de salud. El conjunto del ojo, los párpados y las cejas pueden manifestar sorpresa, miedo, melancolía…  A su vez, el contraste de la esclerótica y el iris nos delata cuando desviamos la mirada mientras hablamos, añadiendo connotaciones que confirman o contradicen nuestro mensaje. Y si la esclerótica está enrojecida o amarillenta informará de si hemos llorado o estamos enfermos.

Ninguno de los dos ha pasado una buena noche.

Con estas premisas podemos, simplemente con el tamaño de la esclerótica, dar mucha información de un personaje. Cuando ésta es de amplio tamaño, se le “humaniza” y del mismo modo, cuando se prescinde de esta región o se la minimiza, estamos “animalizando” o “cosificando” al personaje; o quizás lo que pretendemos es que se exprese de un modo menos evidente, a través  de su expresión corporal más que de la facial.

El caso de Kevin:

Kevin, el pájaro gamusino de “Up”, es uno de mis personajes favoritos. Los ojos de Kevin son bastante inexpresivos, carecen de iris y apenas se mueven, a pesar de tener una enorme esclerótica. Cuando mira, casi siempre lo hace girando la cabeza (como sus referentes reales en la naturaleza), y para expresarse usa todo su cuerpo y sus graznidos.

Kevin tiene la mirada algo ida porque sus pupilas permanecen fijas.

¿Qué dicen de Kevin sus ojos? El tamaño de los iris en relación al conjunto del ojo y el hecho de que apenas los mueva nos dicen de Kevin que es un animal extraño, que no podemos adivinar qué piensa y que su conducta puede ser imprevisible. En contraposición, el perro Dug mueve las pupilas y las cejas a la manera humana, lo que le hace más accesible.